Hace ya tiempo que las vacaciones quedaron atrás y todos volvemos a la rutina: los adultos al trabajo y los jóvenes a sus clases.
Los primeros días son siempre especiales, por las nuevas ilusiones que nos hacemos, por los nuevos retos a los que nos enfrentaremos, y por supuesto, nuevos temores.
El primer día es un momento especial para todos. Los padres esperan lo mejor para sus hijos en el nuevo curso, los profesores van haciendo contacto con sus nuevos alumnos y estos últimos van a volver a ver a algunos de sus amigos, a hacer otros nuevos, a escoger la silla que, con mayor o menor suerte será “su” silla por el resto del curso, etc.
La actitud de los alumnos varía según los grupos de edad y personalidad de cada joven, por supuesto. Los hay que están deseosos de volver a la rutina de las aulas y quienes ven en el colegio o instituto una “cárcel” llena de normas que coarta su libertad y donde todo lo que se hace es aburrido.
Fomentar una actitud positiva hacia el estudio es una buena manera de empezar a hacerles ver las cosas de otra manera. Todos hemos tenido (y seguimos teniendo) malos momentos en los que estamos hartos y no queremos hacer lo que debemos, pero no son más que eso, momentos. La realidad es que hay que hacer frente a las situaciones con valentía, y tanto ese fomento de actitud positiva como ese hacer frente a lo que no nos gusta o nos desmotiva tiene venir de la mano del apoyo de quien siempre nombro en estos temas sobre educación: padres y profesores/educadores.
Somos los pilares de estos jóvenes, así que tenemos que ser fuertes por ellos para que así aprendan a serlo por sí mismos. Si queremos empezar bien el curso, tanto en lo profesional como en lo académico, el esfuerzo es de todos y el ejemplo que demos será fundamental. ¿No os parece?